No seas Caprichoso

 Había una vez un niño llamado Fede, que era extremadamente caprichoso. Siempre quería tener todo para él solo y no le gustaba compartir nada con sus dos hermanos, Emma y Mateo. Si tenía un juguete, lo escondía para que nadie más pudiera jugar con él, y si tenía una golosina, la guardaba celosamente.


Un día, mientras jugaba en el jardín con su juguete favorito, un brillante y colorido avión de juguete, una ráfaga de viento fuerte lo hizo volar y aterrizar en un árbol alto. Fede miró con tristeza su amado avión, pero era demasiado alto para alcanzarlo.


Desesperado, Fede corrió hacia su hermana Emma y le pidió ayuda para recuperar su avión. Emma, siempre dispuesta a ayudar, aceptó ayudarlo. Juntos encontraron una escalera y, con mucho cuidado, Emma subió para recuperar el avión. Cuando finalmente lo alcanzaron, Fede sintió un alivio inmenso y agradeció a su hermana.


Esa experiencia cambió a Fede por completo. Comprendió lo valioso que era el apoyo y la ayuda de su familia. Desde ese día, comenzó a compartir más con sus hermanos, jugando juntos y compartiendo sus juguetes y golosinas. Descubrió que la felicidad compartida era mucho mayor que la felicidad egoísta.


Fede aprendió que compartir no solo hacía felices a los demás, sino que también lo hacía sentirse más feliz y unido a su familia. Así, el niño caprichoso se convirtió en un niño generoso y comprensivo, y la familia vivió felizmente compartiendo amor y momentos especiales.

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